Benedicto XVI acaba de expresar en su visita a Brasil, al inaugurar la V Asamblea de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam), que el anuncio de Jesús y de su evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas ni fue una imposición de una cultura extraña (...) Cristo era el salvador que anhelaban (los indígenas de América) silenciosamente.
Esta declaración podría no tener la mayor importancia, si es que no supusiera una inmensa tergiversación histórica, como también el desconocimiento e incomprensión, cuando no la subestimación etnocéntrica, de la creación religiosa no cristiana.
Es sabido que la cristianización de los indígenas americanos fue una de las principales justificaciones jurídicas de la empresa conquistadora: los monarcas europeos, supeditados en última instancia a la autoridad papal, promovían la ocupación de los territorios del Nuevo Mundo con la finalidad de evangelizar a los indígenas; era el sustento ideológico, por cierto, de sus objetivos económicos y políticos. Lo que en nuestros días sería igual a emprender expansiones económicas y políticas con el fin expreso de llevar la civilización. Algo también usual en nuestros tiempos.
Así, al llegar a cada pueblo, mediante una declaración estrictamente formal denominada el Requerimiento, los conquistadores intimaban a los naturales a someterse a la autoridad real y pontificia, terminando ello con la siguiente amenaza en el supuesto de no ser aceptados:
Y si así no lo hicieseis o en ello maliciosamente pusieseis dilación, os certifico que con la ayuda de Dios, nosotros entraremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéramos, y os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus Majestades, y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos, y como tales los venderemos y dispondremos de ellos como sus Majestades mandaren, y os tomaremos vuestros bienes, y os haremos todos los males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen; y protestamos que las muertes y daños que de ello se siguiesen sea a vuestra culpa y no de sus Majestades, ni nuestra, ni de estos caballeros que con nosotros vienen (Texto oficial del Requerimiento, en Luciano Pereña (1992): La idea de justicia en la conquista de América).
No interesó, por cierto, que los interlocutores comprendieran lo dicho en idioma extraño: el encuentro de Valverde, evangelios en mano, frente a Atahualpa, es algo que hasta ahora en muchas comunidades andinas se recuerda escenificándolo precediendo a la muerte del Inka y como inicio de la destrucción del reino andino y de la imposición colonial.
Las extirpaciones de idolatrías fueron el equivalente represivo para los indígenas a la Santa Inquisición que estuvo reservada para los españoles. Francisco de Ávila, nombrado en 1610 primer juez extirpador de idolatrías por el Arzobispado de Lima, haciendo el balance de su primera campaña punitiva contra la religión andina en Huarochirí se jactó de haber derribado más de 800 ídolos fijos, 20,000 movibles y 7,288 dioses penates, condenado a 1,618 personas por ser sacerdotes andinos, quemado 1,365 cuerpos (momias) y haber absuelto de la idolatría a 28,893 personas (Cf. Duviols (1967), La idolatría en cifras), A su turno, otro extirpador de idolatrías, Fernando de Avendaño, dijo haber intervenido a más de mil maestros dogmatizadores y quemado y derribado muchos millares de ídolos.
Lo que se destruyó fueron las huacas, lugar de presencia de los dioses; lo que se quemó y cuyas cenizas se echó a los ríos fueron los mallquis o momias de los antepasados del grupo venerados por los indígenas por ser garantía de su integridad grupal y tradición; o eran las conopas, señas indicadoras de la fertilidad de la tierra sagrada; los perseguidos y condenados fueron sacerdotes y sacerdotisas indígenas depositarios tanto del saber ancestral de la comunidad, conocedores de los ritos necesarios para vincularse a la divinidad, como de conocimientos prácticos útiles para la salud y la convivencia cotidiana.
Se impuso, a cambio, la religión católica, los nuevos templos, un nuevo dios y nuevos personajes, así como diferentes historias sagradas que la población andina, con hábil resistencia secular, particularmente en el campo, ha ido reformulando produciendo un cristianismo andino sui generis que en su sincretismo cuenta con propios ingredientes prehispánicos aún vigentes. Para comprobar ello basta con asistir hoy en día a la multiplicidad de fiestas patronales que en todos los pueblos se celebran año a año.
La destrucción religiosa significó una hecatombe cultural en América. Negarlo o desconocerlo no puede corresponder a los tiempos ni al avance del conocimiento. Ya Bartolomé de las Casas denunció las atrocidades cometidas en su hora contra los indígenas. El antecesor de Benedicto XVI, Juan Pablo II, pidió perdón por los excesos cometidos en nombre de la fe en la conquista de América. Benedicto XVI, con su último periplo, no hace sino desandar lo andado. Además de mostrar que quiere saber poco de historia, de tolerancia y de apertura.
Fuente: Antropólogo Andrés Huguet
Comentarios
Efectivamente lo que Cristo proponia estaba muy lejos de lo que la humanamente corruptible institucion de la iglesia hoy proclama. No es sorpresa realmente que el poder de la iglesia Catolica este siendo usado para los intereses de las clases dominantes, tal como se instauro en America hace mas de cinco siglos. Lamentablemente, cada vez mas fieles de la fe cristiana no nos vemos representados por las acciones y declaraciones de los representantes del Vaticano. No estamos de acuerdo en apoyarla como una herramienta de dominacion!
Los españoles no sólo alienaron a la población incaica, sino que lo diezmaron fÃsicamente con los métodos de la esclavitud y las enfermedades que trajeron: tuberculosis, viruela, cólera, gonorrea, sÃfilis, peste, lepra, fiebre amarilla, piojos, pulgas, ratas, etc. En el tiempo que llegaron los españoles a América, las enfermedades en España eran consideradas castigo divino y las curaciones se realizaban con resos,
avemarias, penitencias, golpes de pecho; en la misma época en América ejercian la medicina cientÃfica: operaciones del cerebro, implantación de dientes, practicaban la cuarentena etc. Cuando llegaron los españoles, el hemisferio occidental tenÃa 53.9 millons de habitantes y el imperio incaico 15.7 millones (Denevan 92) y cuando fueron expulsados quedaron menos de 1 millón.
Implantaron la religión a sangre y fuego; al nativo que no iba a misa los domingos lo azotaban públicamente, conducta contradictoria porque a los nativos los consideraban personas sin alma. Al declarar Benedicto XVI que los nativos anhelaban a cristo silenciosamente, difunde otro pensamiento mágico, en que se sustenta la religión catóilica.
BENEDICTO RATZINGER: ¿SIN VERGUENZA O SIN MEMORIA?
Aunque sus colegas traten de sacarle las castañas de las llamas, Benedicto XVI en Brasil metió la pata hasta el cuadril, y la rima va por cuenta de la causalidad. Dije "causalidad", porque no es el acaso precisamente que guÃa los dichos de un jefe de estado y de masas religiosas de su talante.
El Papa Ratzinger el 13 de mayo pasado en la localidad brasileña de Aparecida, negó que la religión católica haya sido impuesta por los conquistadores a los pueblos nativos de América, y dijo que los indÃgenas del nuevo mundo "estaban esperando la evangelización". Según él; "Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente".
Olvidó un pequeño detalle: entre setenta y noventa millones de indÃgenas asesinados más los africanos traÃdos esclavos que sólo en las llamadas Américas se calculan en trescientos millones.
Salvo honrosas excepciones individuales, la Iglesia Católica de las colonias no solo patrocinó la masacre al nuevo mundo sino que la bendijo. Las asociaciones legendarias de sÃmbolos como la espada y la cruz, el trono y el altar, no son fortuitas. Las riquezas sempiternas de "La Iglesia" provienen de la sangre de nuestros pueblos originarios. ¿Cómo no exasperarÃa al mundo una "maledicta" arenga justificadora de la desalmada invasión europea?
Las reaccionarias manifestaciones del máximo pontÃfice católico, a menos que sean senilidad, trasuntan argucias conceptuales reeditantes de filosofÃas que creÃamos superadas. Antes de ser nombrado fue asesor, teórico y hábil intelectual, no hay azar en su decir alevoso contra los indÃgenas del Abya Yala. La duda es si Ratzinger es la iglesia católica que sus fieles quieren hoy dÃa, aunque sea el que prefieren los dirigentes vaticanos.
Su hipótesis de la "ansiada colonización evangelizadora" para justificar la masacre de decenas de millones de aborÃgenes, es definitivamente macabra y no parece el resultado de un desliz verbal.
Según el rebuscado teólogo, volver a los ritos nativos serÃa involucionar porque la propia sabidurÃa espiritual indÃgena los condujo a Cristo. Da vergüenza ajena. ¿Y el exterminio? ¿Estaban esperando que vinieran a obligarles a renegar de su fe y a matarlos? ¿A quitarles su tierra y su dignidad en nombre de Jesús? Con el horror del desarraigo, los que sobrevivieron sufrieron aún la ignominia de convencer a sus predecesores de apostatar de sus formas de ver el más allá porque les lavaron el cerebro hasta nuestros dÃas, logrando que los pocos que quedaron olvidaran quiénes eran y en qué creÃan. Es el eslabón perdido, la fractura social por antonomasia de negros e indios que en la actualidad, muchas veces desconocen sus raÃces identitarias.
Las sociedades latinoamericanas actuales, nacieron bajo la dominación ideológica y económica de las potencias occidentales y cristianas, y todo lo diferente a eso, automática y endémicamente será sospechado de amenaza. Quienes profesamos una religión afroamerindia, vivimos constantemente la discriminación, fundamentada en el avasallamiento de culturas, perpetrado en el etnocidio del "descubrimiento". Es cotidiano para nosotros ser excluidos.
El estigma se perpetúa y retrasmite a través del inconsciente colectivo, alimentado por monopolios de información mediática globalizada con intereses creados, sustentada en el poder económico. Aún hoy el sistema intenta arrasarnos con negación e invisibilidad por ser "diferentes".
Justamente el 13 de mayo, la religión Umbanda celebra a los Pretos Velhos, o "negros viejos" en portugués: entidades de luz que fueron el alma de los ancianos africanos sometidos. La fecha coincide con la promulgación en Brasil de la llamada "Ley Aúrea", que determinó la abolición legal de la esclavitud en esas tierras, desde donde llegó al Uruguay la fe en los Orixás.
El homenaje a la ancianidad es un culto ancestral, no solo para venerar la sabidurÃa de la experiencia, sino la memoria y fundamentalmente el amor a lo que somos y de dónde venimos.
A estos espÃritus de otrora viejitos sabios, brindamos mesas de homenaje con sus comidas preferidas a manera de ofrenda, los cantos alusivos a la libertad, a la fe en Dios y en la gente, a la solidaridad y la unión en las diferencias que debe primar entre los seres humanos, pues ellos aprendieron con humildad a respetar los santos del amo europeo y asà nació el sincretismo, como surgió una nueva civilización mestiza y pluricultural.
Lejos de ser una respuesta de olvido al encuentro sangriento de tres civilizaciones obligadas a mezclarse, Umbanda es memoria viva del sufrimiento de quienes fueron devastados.
Sin rencor, sin reparos en la dimensión real de los hechos, y en honor a la conservación de los orÃgenes de nuestra identidad, devenidos en manto espiritual que cubre por igual a fieles de toda procedencia.
Hablamos de nuestros Protectores con la imprescindible libertad a que tiene derecho toda sana manifestación humana. La teorÃa del Creador, puede ser tan fantástica como Superman o el Hombre Araña, y sin embargo nadie ve como "anormal" o esquizofrénica la devoción al Dios cristiano y europeo. Todos parecen entender, aunque no profesen, que hay un Jesús en los cielos que resucitó, pero les es difÃcil comprendernos a quienes creemos en los Orixás o Fuerzas de la Naturaleza, en los espÃritus de Caboclos y en un Dios único con nombre bantú llamado "Zambi".
Provengan de donde provengan, los indios americanos y los aborÃgenes africanos, serán por siempre reverenciados en nuestros cultos, y a través de ellos se mantendrá la evocación de su injusto sufrimiento a manos de verdugos que usaban a Dios para exterminarlos fÃsica y sÃquicamente. Hay fuente histórica además de fe en los ritos espirituales afroindÃgenas.
Nos han preguntado si Umbanda crece porque otras concepciones religiosas defraudan a sus adeptos. Mi convicción es que las filas de los que profesan el amor por La señora de la Luz Velada aumentan por mérito propio, resultado de una Ãntima elección tal vez no explicable en términos concretos como todo sentimiento por lo trascendente.
Un volver a la razón de ser y a las creencias de los pueblos originarios, pasando por encima del horror del genocidio y a pesar del discurso del Papa en Aparecida. ¡Salve Nossa Senhora! *
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