Por Ana Sofía Zegarra
1 de setiembre, 2011.- Cuando se debate una iniciativa legislativa o norma, nos hacemos expectativas respecto a ella pensando que una ley resuelve todos los problemas. Ayuda a resolverlos, sí y de esto hay que estar convencidos. Sin embargo, es solo un instrumento. Ello hay que tenerlo en cuenta respecto a la Ley de Consulta Previa, autógrafa que acaba de aprobar por segunda vez el Congreso de la República.
Considero que la importancia de la norma, su espíritu, es que con ella se institucionaliza el diálogo, en clara concordancia al Convenio N° 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que en 1993, el Perú ratificó, comprometiéndose a crear mecanismos de diálogo con los pueblos indígenas u originarios sobre los temas que pudieran afectar sus espacios o culturas.
La norma faculta y reconoce el derecho de las instituciones y organizaciones representativas de las comunidades a solicitar el proceso de consulta si consideran que una medida legal o administrativa los afecta. Un aspecto fundamental es que si realizada la consulta no se llega a ningún acuerdo, el artículo N° 15 establece:
“para que haya una decisión final sobre la aprobación de una medida legislativa o administrativa, es necesario evaluar los puntos de vista, sugerencias y recomendaciones planteados por los pueblos indígenas u originarios durante el proceso de diálogo, así como el análisis de las consecuencias que la adopción de una determinada medida tendría respecto a sus derechos colectivos”.
El acuerdo, dice la norma, es obligatorio para ambas partes (y exigible en sede administrativa y judicial), pero, en caso de que no se alcance un pacto, entonces le corresponde a las entidades estatales “adoptar las medidas que resulten necesarias para garantizar los derechos colectivos de los pueblos indígenas y originarios, de tal forma que no se afecte el derecho a la vida, la integridad y el pleno desarrollo”.
En este punto, no hay que olvidar: ¿de quién son los recursos naturales? El artículo N° 66 de nuestra Constitución expresa con claridad: “Los recursos naturales, renovables y no renovables, son patrimonio de la Nación. El Estado es soberano en su aprovechamiento”. Es decir, el dominio eminencial sobre ellos, como señala Manuel Pulgar-Vidal, lo tendrá constitucionalmente el Estado.
Para que nuestra ley de consulta tenga resultados positivos hace falta trabajar, además, un buen reglamento de la norma. Ello es crucial. Al hacerlo hay que tener en cuenta que aún hay varios conceptos por definir, dado que en el plano teórico y práctico hay discusiones pendientes sobre: ¿qué son las comunidades indígenas?, ¿quiénes realmente las conforman, quiénes son sus representantes legítimos, los apus?, ¿cómo se hará la consulta propiamente en sí? ¿en qué momento se hará? Son aspectos que necesitamos pensar.
Hace falta también una reflexión por parte de los demás actores. Si los más de 200 conflictos, entre activos y latentes, que ha identificado la Defensoría del Pueblo en junio último, se deben a causas sociales, económicas, ambientales y políticas, ¿una ley bastará para resolverlos? La respuesta se cae de evidente. La norma ayudará, pero hará falta aspectos importantes para los que se necesita a la ciudadanía, al Estado, a las empresas y a los partidos políticos también.
El Estado: instaurar un diálogo claro y técnico; además llegar a las comunidades con políticas eficaces, principalmente en salud y educación. Los Gobiernos Regionales son claves: para la consulta se necesitan los planes de ordenamiento territorial y la zonificación ecológica económica (ZEE), que es un instrumento que ayudará a prevenir los conflictos, pues define tanto los espacios asignados para desarrollar las actividades agrícolas como las mineras.
Los partidos políticos: no usar el descontento de las comunidades para generar violencia. Las empresas: elegir los medios adecuados para que los estudios de impacto ambiental sean entendibles por la población. Y, como ciudadanos de a pie, nos hace falta reconocer a nuestro país en su diversidad. La ley de consulta nos impone retos: dialogar y reconocernos iguales en las diferencias.
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Fuente: Diario El Tiempo: http://www.eltiempo.pe/agosto2011/edicion-31-08-2011/opini%C3%B3n123.html
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