Por Wilson García Mérida
Corría el año 1470 de esta era y el Collasuyo ardía. Guerra santa. El inca quechua quería conquistar al comunario aymara a la fuerza y no pudo pese a la superioridad militar de los monarcas cuzqueños, pues los sureños al sur del Titicaca tenían el poder de su inquebrantable fe religiosa.
El quechua era sociedad política pura, guerrero en expansión. Estado hecho Inca. Monoteísmo en ciernes con un ejército regular que izaba las whipalas del dios Inti a su paso asolador.
El aymara era sociedad civil en estado natural, guerrillero audaz. Comunidad hecha Pacha. Politeísmo obstinado con un pueblo que resistía al poderoso protegiendo a sus leales deidades.
Era mucha la sangre que corría entonces, sin resultado eficaz para los afanes conquistadores del quechua cansado de matar al aymara que nunca moría en su ser colectivo.
Entonces afloró la lucidez del Inca. Lucidez quechua. Tupac Yupanki emprendió una de las más importantes reformas en el Estado imperial incaico, modificando la política guerrerista en la expansión civilizatoria al sur del Gran Lago. Optóse por la negociación con los rebeldes aymaras, aplicando una inteligencia estratégica pocas veces vista en la ciencia de gobernar.
El primer dilema a zanjar por Tupac Yupanki fue el interlocutor. ¿Con quién negociar si estos ácratas aymaras no tienen una cabeza visible, si su sistema de curacazgos es tan horizontal que parece no existir? "¡Ah, ya sé!", se iluminó Tupac resplandeciendo. "¡Negociaré con sus dioses!". Y los invitó al Cuzco mandándoles sus literas para trasportarlos en hombros de unos fornidos callahuayas.
Tupac Yupanki se reunió con el dios Macahuisa, hijo de Pariacaca, y en la mesa de diálogo estuvieron también Pachacámac y otros dioses menores llegados desde las llactas del sur collasuyano. Intentó cooptarlos con regalos a cambio de que aceptasen someterse a las bondades civilizatorias del progresista incanato quechua. Los dioses aymaras rechazaron las prebendas; pero aceptaron conciliarse con el Estado, con una sola condición: que el Inca desista del plan monoteísta y se convierta en sacerdote devoto ("huacsa") de estas fértiles deidades. ¡Cómo no aceptar!
Era factible que lo militar-coercitivo ceda ante lo religioso-consensual.
Así se amigaron quechuas y aymaras, mitimaes mediante. La sociedad política incaica se reforzó con la sociedad civil aymara y un asomo de Estado Comunitario surgía hasta que irrumpieron los españoles, rompiendo aquel proceso vía extirpadores de idolatrías.
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Enlace relacionado:
A propósito del «Descubrimiento», un breve ensayo sobre el origen religioso de los actuales pueblos andinos:
Comentarios
Es un hermoso relato, saber las fuentes de donde procede este relato seria muy bueno.
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