Por Mark Sommer (*)
IPS.- Entre inundaciones, sequías, epidemias, escasez de alimentos y subas de precios, el mundo parece estar empezando a rotar fuera de su eje. A pesar de los dramas ocurridos en el pasado medio siglo, los historiadores y los científicos naturalistas nos dicen que ese ha sido un período de calma relativa en la naturaleza y en los acontecimientos humanos.
Pero ese hiato en la historia de la humanidad parece estar llegando ahora a su fin y nos estamos aproximando a un cambio de fase que pondrá en cuestión muchas suposiciones largamente aceptadas.
Esta transformación es provocada en gran parte por el contragolpe de la naturaleza ante el mal comportamiento humano. Y es hacia la naturaleza dice una nueva escuela de ecologistas- donde debemos mirar ahora para obtener indicaciones sobre como sobrevivir en los tiempos turbulentos que vendrán. Esos ecologistas recurren al intraducible término inglés resilience, que describe la capacidad de un organismo de absorber impactos sin perder su forma y la capacidad de funcionamiento. Es habitual ver esa resiliencia tanto en la naturaleza como en seres humanos sanos, pero ¿pueden enteras sociedades convertirse en resilientes frente a cambios traumáticos?
En abril de este año, 600 ecologistas, antropólogos y científicos sociales se reunieron en Estocolmo en Resilience 2008, la primera conferencia global en aplicar los principios de la resiliencia a las sociedades humanas. Fue esa la culminación de más de 30 años de trabajo de un pequeño grupo de pensadores que se llamó a sí mismo Resilience Alliance. La cuestión analizada fue si la humanidad va inevitablemente en dirección a una catarata de situaciones catastróficas o si existen posibles medios para evitar precipitarnos por ella. Frances Westley, fundador del programa de Social Innovation Generation de la Universidad de Waterloo, Canadá, opina que el ingenio humano guiado por los valores humanos es nuestra mejor oportunidad de sobrevivir en los tiempos difíciles que se avecinan.
La idea de observar la resiliencia de la naturaleza para aprender el modo de responder a perturbaciones dramáticas en las cuestiones humanas comenzó en la década del 70 cuando C.S. Holling, un pionero canadiense de la ecología, observó los "ciclos adaptativos" en el proceso de desarrollo de los bosques. Un bosque crece a partir de una inmensa profusión inicial de diversas flores y plantas hasta la maduración de las especies dominantes. Luego sobrevienen el envejecimiento de árboles y plantas, la putrefacción y las plagas de insectos, así como incendios catastróficos que, sin embargo, terminan por facilitar la germinación de diversas semillas, que a su vez provocan una renovada explosión de diversidad. Del mismo modo, las sociedades humanas se desarrollan a partir de una diversidad de pequeñas y relativamente simples estructuras sociales y se transforman en ot! ras cada vez de mayor tamaño y complejidad.
Pero su propia complejidad las hace vulnerables a colapsos en cascadas. Vemos esas cascadas en grandes epidemias, incendios de bosques, apagones eléctricos y ataques en masa de virus en los mundos virtuales de Internet. Afortunadamente, ninguno de esos problemas ha sido imparable, pero parecería que estamos cada vez más cerca del borde del abismo. En búsqueda de eficiencia, ahora estamos operando con peligrosos márgenes para actuar justo a tiempo sin tener en cuenta lo imprevisto. La naturaleza sabe mejor como actuar y por ello construye incluso en exceso en previsión de posibles accidentes.
Conviene aclarar que los teóricos de la resiliencia no postulan el retorno a la naturaleza. Pero es en las grandes ciudades, dicen, que los principios de la resiliencia son necesarios con urgencia. Cuando millones de personas emigran a barrios marginales de las grandes ciudades éstas se convierten cada vez más en insostenibles. Charles Redman, profesor en la Universidad Estatal de Arizona, piensa que las ciudades serán el crisol en el cual nuestra capacidad para el cambio adaptativo será puesta a prueba en las próximas décadas. ¿Podremos reintroducir la naturaleza y la comunidad en las ciudades por medio de mercados de granjeros, jardines urbanos, transporte público masivo y transporte no motorizado, mejores viviendas, barrios en los que se pueda caminar y espacios públicos más invitantes?
Al contrario de las estrategias de "tierra patria" y "seguridad nacional" que típicamente se resisten al cambio, al que consideran subversivo, el pensamiento de la resiliencia hace de la incertidumbre un aliado y encuentra oportunidades donde la doctrina de la defensa halla sólo amenazas. La resiliencia surge de la autoconfianza en lugar de la inseguridad. Es tanto un marco saludable para la mente como un enfoque práctico del cambio.
Pero no podemos retornar a un estado de aislamiento y simplicidad premodernos. Hemos sido inmensamente enriquecidos al tener acceso, mediante el clic del ratón de la computadora, a una amplia serie de conocimientos, historias e ideas. Sin embargo, un enfoque más resiliente para la reorganización de la complejidad social y tecnológica permitiría combinar las flexibles conexiones de las redes cibernéticas para la ayuda mutua, con capacidad de autosuficiencia cuando ello se requiera. Además, nuestra capacidad de autorrenovación de frente a las vicisitudes de la vida demuestra que en los momentos decisivos también somos vigorosos y llenos de iniciativa. Pero sólo si somos capaces de vislumbrar pedazos de cielo azul en medio de las nubes de tormenta que ahora se están juntando en el horizonte podremos enfrentar con éxito esos amenazantes tiempos turbulentos.
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(*) Mark Sommer, periodista estadounidense, dirige el premiado programa radial A World of Possibilities (www.aworldofpossibilities.com).
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