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Señas y señaleros en el saber amazónico

Por Néder Hidalgo Sanchez*

13 de noviembre, 2015.- Este artículo sobre señas y señaleros en el saber amazónico, no pretende ser un estudio minucioso de lo que ya se ha trabajado con mayor profundidad en el mundo andino; incluso el título puede inducir a errar en cuanto a la interpretación de su contenido, empero, es el comienzo de lo que en un futuro ha de ser una investigación sobre la importancia de señas y señaleros en el exótico, mágico, místico y candoroso mundo amazónico

. Reitero, sólo son algunos apuntes de lo vivido, leído, escuchado, hablado con maestros, sabios, sabias. Ellos ayudarán a construir un estudio mucho más intenso sobre este tema.

Un poco del ayer

Las señas y señales –no entro en disquisiciones sobre su significado por lo que recomiendo leer a Porfirio Enríquez Salas en “El mundo Andino”- han sido tal vez los elementos de comunicación más importantes para los primeros habitantes de este humano y a veces subhumano mundo, de modo que, transitar del estado de señas y señales al “homo loqüens” (los que hablamos), le llevó recorrer al hombre casi la misma distancia desde su nacimiento sobre la tierra hasta el descubrimiento de la escritura, que resultó siendo la graficación -término arbitrario que uso a propósito- o representación del conjunto de señas y señales que permanentemente rondaban su vida para ese elemental medio humano que es la comunicación.

En tiempos remotos, los hombres, claro está, se comunicaban por señas y señales, a través de la utilización de sus manos y otros elementos de su cuerpo, sonidos guturales, gritos, movimientos de los músculos del cuello y la cabeza que han ido alargando sus cuerdas bucales, hasta encontrar el enlace entre estos sonidos para dar origen a la palabra. Pero las señas y señales, siempre han sido y siguen siendo una manifestación socio cultural, que pervive hasta nuestros días; cuando llamo a alguien, por ejemplo, me basta con levantarle la mano y doblar los dedos hacia abajo, clara señal de que quiero que venga a mi lado; si quiero advertirle de un peligro ocurre lo mismo, si quiero conducirle a un determinado lugar puedo hacerlo igual, así las señas y señales se constituyen hasta ahora en elemento fundamental en nuestra comunicación y entendimiento.

Sin embargo las señas y señales no se han limitado al uso de su cuerpo, sino que estas han tenido estrecha relación con su acercamiento a la naturaleza; En “El mundo del animismo”, Patrick Zukeran precisa:

la cosmovisión animista, por ejemplo, contiene tanto el mundo observado, o físico, como el no observado, o espiritual. No hay ninguna distinción marcada entre las dos realidades. El mundo visible o físico consiste en lo que podemos ver, sentir y experimentar. Incluye las fuerzas de la naturaleza y los seres físicos. En el mundo visible, la tierra juega un papel destacado porque es considerada como una entidad viva, y suele ser adorada como la Madre Tierra. Se considera que la naturaleza está viva. Los montes, las cuevas, las montañas y los lagos suelen ser venerados como lugares sagrados. Los animales pueden ser encarnaciones de espíritus...”.

Así, igual hasta hoy muchos son adorados como sagrados, como la vaca y el mono en India, o un conjunto de ellos como el puma, el cóndor, los apus o montañas, las madres de los árboles y las cochas y otros en el mundo andino y amazónico.

Continúa Sukeran:

Las plantas también contienen espíritus, y algunas son adoradas. Los bosques son considerados como lugares donde moran los espíritus. Árboles como el roble, el cedro o el fresno son adorados en Europa. En muchas partes del mundo, existen muchos seres subhumanos que supuestamente viven en lagos, bosques y cuevas. En Europa, por ejemplo, incluyen seres míticos como los duendes, los gnomos y las hadas…”.

En la amazonía nuestra encontramos al chullachaqui, sacharuna, yacuruna, tunchi, entre otros, que no sólo son misticismo, sino que viven en el mundo, en las vidas del amazónico, hablan con nosotros y regresan al bosque, de donde son, donde moran.

“…el mundo invisible del animismo comienza por el concepto del "mana", la fuerza vital que permea todo el universo. Este poder es impersonal y no es adorado. Este poder sagrado se concentra más fuertemente en las deidades y las personas, lugares u objetos sagrados. Este mana gobierna toda la creación y no es controlado por los dioses o el hombre… El mundo de las deidades, lugares u objetos que denotan poderes y signos mágicos que se internalizan en la gente y conducen muchas veces su accionar también se da en el mundo amazónico y andino.

También forma parte del mundo invisible el Dios Supremo. Después de él hay una multitud de dioses menores que moran en regiones específicas. Luego de los dioses vienen los espíritus, que suelen morar en la naturaleza y están confinados a una zona específica. Luego están los espíritus de los ancestros, que siguen cumpliendo un papel con los vivos.

 Existen, también, fuerzas invisibles que incluyen poderes sobrenaturales como el destino, el orden moral cósmico, el mal de ojo, la magia y la hechicería. Hay, además, fuerzas de energía impersonal en los objetos que dan a esos objetos poder. Se cree que estos objetos dan a una persona poder para hacer el bien o el mal...”

La pregunta es, en el contexto amazónico ¿es sólo animismo?, creo que no, creo que es más que eso, es parte de las vidas de los que moran en el mundo amazónico.

 Sobre lo escrito en el Perú

En el Perú, a diferencia de la Amazonía, sobre este tema se ha escrito regularmente en el mundo andino, sólo cito un par de cosas; Juan Van Kessel Y Porfirio Enríquez Salas en “Señas y señaleros de la madre tierra. Agronomía andina” señalan…

Cada lugar, además, posee sus propias señas; éstas avisan o advierten al agricultor sobre la oportunidad o no de sembrar, o de cambiar de lugar, o de retrasar la siembra. Estas señas son animales (insectos, aves, reptiles, mamíferos) los que con mucha anterioridad al evento de la siembra se comportan de una determinada manera, que el agricultor “lee” e “interpreta” en su conducta. Ellos, pues, son los “señaleros” del agricultor, sus “guías y prácticos” en la agricultura de su chacra. El agricultor inicia un “diálogo” respetuoso con esas “señas”, invitándolas a colaborar en el trabajo de la chacra. Pero si las “señas” son negativas, el agricultor cambia de lugar la chacra, o posterga su trabajo. No insistirá en ir contra su dictamen.

 Aquí radica, tal vez, el origen de la costumbre antiquísima del agricultor andino de poseer diversos sitios ecológicos (chacras a diversas alturas), para sembrar donde en ese momento, según las señas recibidas, sea más propicio sembrar tales o cuales especies. De aquí surge el llamado “control de diversos pisos ecológicos”, estudiado por John Murra.

Por su lado, Eráclides Luza Bedoya, autor del libro “Supersticiones de Mi Tierra”, asegura que la gente del altiplano se basa en las creencias de las señas y señaleros para conocer si será un buen año o no.

Señas y señaleros en la amazonía

En los pueblos de la Amazonía, sucede otro tanto, el poblador sea de pueblos originarios o aquel que vive en el campo, y aún el de la ciudad, tiene una estrecha vinculación con un conjunto de señas y señaleros que determinan el curso de sus actividades, o en todo caso el curso de hechos que tienen que ver no sólo con sus individualidades, sino también con el grupo social, así encontramos por ejemplo que, una persona que se traslada de la ciudad al campo, si se le cruza un ave llamada chicua por su lado izquierdo es señal de que nada le irá bien, de modo que prefiere retornar, y no forzar el curso de los hechos, su saber le enseña que la señal del señalero (la chicua) le advierte que las condiciones del día no son las más adecuadas para el desarrollo de las actividades; si la lechuza canta en la huerta de una familia donde hay una o más mujeres, es señal de que una de ellas está embarazada; si una chicharra o mariposa ingresa a la casa, es señal de que ese día va haber visita, y como decimos en la selva “dicho y hecho” ello ocurre.

En la Amazonía, particularmente en el área rural, las señas y señaleros están fuertemente ligados al fenómeno de la muerte y a otras actividades como la pesca, la llegada de lluvias, la salida de hormigas (siqui zapa curo) que se cosecha como un exquisito potaje.

En general el poblador amazónico, tiene un acendrado temor a los hechos que tienen que ver con la muerte, así el aullido (señal) del perro (señalero), diferente al ladrido, es de mal agüero, advierte de alguna desgracia en el seno de la familia o el pueblo, desgracia que está ligada principalmente al fallecimiento de alguna persona, el aullido suele ser en este caso prolongado y lastimero, no importa el lugar, pero sí la hora, esta se produce generalmente entre las cero horas y tres de la mañana, hora en que, a decir de los pobladores es la hora en que las almas de aquellos que van a morir recorren sus pasos cuarenta y un días antes y cuarenta y un días después de su fallecimiento.

Otra de las señales que tiene que ver con el hecho natural de la muerte es ver sobrevolar en círculos sobre el pueblo a los gallinazos (señaleros), no hay pueblo de la selva donde esta señal no sea de mal presagio al igual que la aparición de hormigas y moscas en abundancia donde habitualmente no están.

Las señales de mal agüero no sólo están relacionados a aves o insectos, sino también a la percepción de olores fuertes al interior de los domicilios, caso concreto el olor a velas o perfumes de flores, así como a la percepción de sonidos como el silbido del difunto o tunche y el maligno, o hechos sencillamente inusuales; suele el poblador amazónico rural para comprobar este hecho regar ceniza en los lugares donde habitualmente ha vivido el finado para recoger sus pasos, es seguro que ahí estará la señal de su visita.

Además del canto de aves, percepción de olores, hechos inusuales. Los sueños también son señas o señales que ponen en alerta a quien los tiene sobre todo si sueña candela, gusanos, caída de dentaduras o víbora.

El soñar candela, gusanos o caída de dentadura, es señal de que va a haber algún fallecimiento en la familia, y ello suele ocurrir. Por lo que estas señales tienen profunda incidencia en el comportamiento de las personas, pues causan el llamado “manchari” o susto, sobre todo en niños, a los que se cura desde el saber local, a través del soplado con cigarro mapacho (tabaco puro), limpieza con huevo y alumbre y yerbas de fuerte olor. El alumbre luego de ser pasado por el cuerpo del asustado o amado por el alma, es quemado, y en este quemado se dibuja aquello que le ha causado el susto.

Pero las señas también son indicadores no sólo de mal agüero, sino también de buen augurio, sobre ello abundaremos en el material completo.

Las señas, el saber local y otros saberes

 En la selva alta, por donde discurren ríos muy caudalosos, el saber local impone actividades que resultarían siendo extrañas si en el mayor de los casos no significarían la solución a retos o desafíos de difícil e increíble explicación. Veamos:

Es saber local, que cuando una persona muere ahogada y no ha podido ser encontrada después de varios días de búsqueda, se debe colocar una vela prendida en un pate (recipiente construido de una fruta tipo calabaza, llamado huingo) y luego soltarlo en el lugar donde se produjo el ahogamiento de la persona previo unos rezos y pidiendo a la madre del río que ayude a encontrar al finado, este recipiente con la vela es arrastrada por la corriente del río, y como ha ocurrido en muchas oportunidades, sólo donde este se detiene, ya sea en una muyuna, en una palizada, en un cascajal o en una playa, allí es seguro que se va a encontrar al ahogado, porque si este cuerpo no es encontrado para darle cristiana sepultura, su alma vaga por siempre y persigue y asusta a las personas que pasan por el lugar que este frecuentaba, y el lugar donde ocurrió el ahogamiento.

Por otro lado se conoce que otra señal para saber dónde se ubica un ahogado, es que los caminantes o pescadores que pasan por la orilla de una playa o cerca de una muyuna, reciben fuertes vibraciones, el ahogado les hace soñar, indicándoles el lugar dónde se encuentra. Este comunica a los familiares y es precisamente ese lugar donde finalmente es encontrado el finado.

Sin embargo, es importante precisar que este saber, no le es dado a cualquiera, significa que no cualquier persona está dotada de la capacidad de invocar su saber para que este dé los resultados que se esperan. No toda persona puede celebrar los rituales que el saber así lo exige, ello no es sólo en el caso de los sabios y sabias de la amazonia, sino también del ande, no puede cualquiera por ejemplo, desarrollar el acto de agradecimiento a la Pachamama, si ese don no le ha sido otorgado, de modo que este acto no puede convertirse en un acto de pura y llana celebración y en cualquier lugar o momento; el agradecimiento a los apus, a las madres del bosque, de los árboles, de las aguas tiene sus espacios y sus tiempos, sus antes y sus después, así sucede con las personas que invocan sus saberes para solucionar un reto, un desafío en la comunidad.

El chamán, el brujo, el sabio del ande o la amazonia, no se hacen de la noche a la mañana, es todo un proceso de aprendizaje; así por ejemplo, un buen cazador, un buen pescador, un buen curandero, no se forma de la noche a la mañana, es todo un proceso que muchas veces comienza en la infancia, así al buen cazador se le forma desde muy niño, cuando su padre cuelga debajo de la tushpa (cocina), las cabezas de los animales que ha cazado y luego va untando con la manteca de estos en el cuerpo de quién habrá de heredar sus habilidades, al regresar de la chacra o de la caza, le frota con el sudor de su cuerpo en las piernas y brazos del niño para que crezca fuerte y sano; pero no todos los hijos nacen con ese don, sólo uno de ellos. Así ocurre con los icaros.

Para el caso del sabio en el tratamiento de enfermedades el proceso de formación es mucho mayor, desde muy niño el futuro curandero o sabio acompaña a su padre o su madre a la espesura del bosque a recoger las plantas con los que ha de curar a los enfermos, tiene que participar desde muy joven de los rituales correspondientes como tomar ayahuasca, camalonga, toé y otras hierbas y esencias de raíces. Se requiere de una formación permanente que dura años, lo cual le da al sabio la competencia necesaria para desempeñarse en el seno de la comunidad, sólo le faltaría el título.

Ahora bien, hurgando en el mundo de la Física Cuántica y de la metafísica, encontramos un acercamiento interesante que intentan explicar este tipo de hechos, y en tanto se señalen indicadores de tiempo, lugar, que permitan explicar la certeza de los mismos, es posible que se produzca el diálogo de saberes y no quede sólo en mero intercambio cultural, es importante tener en cuenta que la incultura epistémica ciudadana no nos permite reconocer que los desafíos se pueden resolver desde ambas concepciones o lógicas.

Roberto Ávila en un artículo sobre física cuántica, señala que es increíble y hasta asombroso encontrar que el mundo desde muy antiguo se movía con escasa o nula presencia de la ciencia, a partir de saberes eminentemente locales; operaba de esta “extraña” manera. Ahora se sabe que los saltos cuánticos y todo lo demás son reales. Pero, ¿por qué la humanidad no notó los “cuantos” hasta 1900?, porque hablamos de una cantidad de energía muy pequeña. Incluso el febril brillo de una vela representa un torrente de fotones, trillones por segundo. ¿Podría ser esta la explicación al caso de la vela y el pate bajando por el río para encontrar el cadáver de un ahogado?

En un salón de clases de una comunidad alejada de la selva, un maestro de otro lugar, hace conocer a sus niños sobre la muerte de una persona importante de la comunidad; uno de los niños levanta la mano, y comenta que ellos ya sabían desde hacía tiempo que el señor iba a morir, porque habían escuchado a su alma caminar en el pueblo, escucharon el tunchi y además explica que desde hace unos días, los gallinazos, y las moscas habían invadido lugares cercanos a donde vivía el finado, el maestro como era de esperarse, le indica que ello sólo es creencia, que son cuentos, “abusiones de viejas” dicen en la selva (es decir cuentos muy antiguos) y que en eso no se debe creer, y que no hay nada de cierto en ello. Vemos aquí una visión sesgada del maestro de no tener en cuenta las explicaciones, el saber del niño frente a este hecho que se comenta en clase.

Sobre esto, refiero mi experiencia en la Facultad de Derecho. En la Unidad de Tanatología que se enseña en los cursos universitarios de medicina legal de las facultades de derecho, se habla del “síndrome de la mosca”. La tanatología, es una ciencia muy moderna que estudia los procesos cadavéricos, sirve para determinar la hora, las circunstancias, los móviles por los que se produce una muerte, útil para las necropsias, por ejemplo; la tanatología, explica que existe un proceso antes de la muerte en personas agonizantes llamado pre muerte, momentos en los cuales la persona emite fluidos sólo perceptibles al órgano olfativo de los animales, en este caso las moscas, los gallinazos, de modo que el acercamiento de las moscas a un agonizante, llamado “síndrome de la mosca”, no muy difundido, es señal de que la persona va a fallecer. Este saber, como ya se precisó, es propio de los pueblos amazónicos desde muy antiguo.

Finalizo, por hoy, señalando que seguramente resulte complejo ir interiorizando en todos, la importancia de los saberes locales, las señas y señaleros no sólo como potencial cultural, sino también como potencial pedagógico; así como que tampoco se los puede concebir sólo como simples creencias, cuentos, mitos o abusiones de viejas.

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*Néder Hidalgo Sánchez es educador y abogado, especialista DIGEIBIRA – MINEDU.

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