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Una fotografía histórica: dos mujeres con dos destinos

Guadalupe Ccallocunto Olano y Sonia Muñoz, dos víctimas del autoritarismo. Foto: Archivo personal de Käthe Meentzen.,

Por Käthe Meentzen*

28 de diciembre, 2017.- En la foto se ve a dos amigas ante una chacra. A la izquierda se ve a Guadalupe Ccallocunto Olano en los años ochenta, una mujer desplazada de Ayacucho. La mujer a la derecha es Sonia Muñoz, una mujer desplazada de Churcampa de Huanta. Ella tuvo que venir con sus cuatro hijos a Lima.

Guadalupe se sentía amenazada por los militares en Ayacucho al igual que miles de mujeres ayacuchanas y dejó a sus cuatro hijos pequeños con su madre en Ayacucho. Trabajó en el Servicio Paz y Justicia (Serpaj) en Lima sobre todo con mujeres y con familias desplazadas de Ayacucho. 

Fue la primera traductora de Mama Angélica que en esos años no hablaba nada de castellano. La conocí en 1985 en una misión de solidaridad con Ayacucho por parte de los grupos de solidaridad de Europa con el Perú, proceso que fue conducido por el Premio Nobel de Paz Adolfo Pérez Esquivel de Argentina.

Cuando yo trabajaba durante esos años con población desplazada en diversos lugares de Lima la encontré varias veces y aprendí a apreciar su personalidad, su humildad, su seriedad y su compromiso con su trabajo. 

Una vez nos encontramos en la casa de amigos y la encontré enferma y debilitada por la tuberculosis. Entonces ella quería volver a Ayacucho para poder ver a sus hijos. Todos le decíamos que no debería ir porque era muy peligroso en esos tiempos (fines de los ochenta) pero ella no soportaba más estar lejos de sus hijos y finalmente viajó a Ayacucho.

Estando poco tiempo en la casa de su madre ocurrió lo que tantas veces sucedía en Ayacucho. Una noche llegaron los militares y la obligaron a salir con prisa de su casa. No supimos más de ella

Estando poco tiempo en la casa de su madre ocurrió lo que tantas veces sucedía en Ayacucho. Una noche llegaron los militares y la obligaron a salir con prisa de su casa. No supimos más de ella. La sospecha es que se la llevaron a Los Cabitos, el cuartel del Ejército, donde últimamente fueron desenterrados tantos cadáveres sin reconocer sus identidades. Cada vez, cuando escucho “los Cabitos” en la televisión o lo leo en los periódicos, pienso en ella. Perdimos a una persona muy valiosa, a alguien de la que sus amigos y amigas nunca nos vamos a olvidar.

Una noche de 1988 Sonia Muñoz también fue secuestrada de su casa por militares de la base de Churcampa, en Huancavelica. La llevaron al Cuartel de Castropampa en Huanta. La acusaron de terrorista y la torturaron fuertemente durante varias horas. Después la llevaron a una zona alejada donde le dispararon en la cabeza y la abandonaron creyéndola muerta. 

Después de horas Sonia despertó y buscó apoyo de una pariente quien la acompañó a Lima dejándola en una clínica, donde la operaron sacándole una bala de su cabeza. Yo me enteré por un reportaje dominical en la TV conducido por César Hildebrandt. Él estaba sentado al lado de la cama de Sonia y mostraba la herida en la cabeza y la entrevistó en vivo y ella contaba toda la historia. No pudo creerlo. Fue el testimonio de la única testigo de una ejecución extrajudicial que sobrevivió en ese tiempo.

Al mismo tiempo sabía que esta mujer vivía en gran peligro cuando los militares se enteraban que había sobrevivido la matanza. Llamé a un amigo que me tranquilizó cuando me dijo que ella no se encontraba más en esa clínica y en caso la buscarían no la iban a encontrar. Esto me tranquilizó.

un día tomé la foto de estas dos mujeres sin pensar que estaba tomando una foto histórica

Más tarde la conocí personalmente. Vi la herida en su cabeza, conocí a sus hijos, su casa y un día tomé la foto de estas dos mujeres sin pensar que estaba tomando una foto histórica.  

Cuando me enteré del proceso judicial de Sonia contra el General de Castropampa estaba muy segura que lo iba a ganar. Pensé que, desde entonces, había mejorado el poder judicial del Perú y que ya no era posible que hoy en día existieran jueces que no entienden todo el sufrimiento de tantas mujeres durante todos estos años.

Pero, no. Me equivoqué. Los jueces no tenían el coraje de juzgar a favor de una mujer humilde y enfrentarse con un general del Ejército. Parece que no han aprendido nada en todos estos años, ni del juicio sobre Hugo Bustíos, el periodista de la revista Caretas que fue asesinado por militares del mismo Cuartel. Lo que siento es mucha rabia y una gran tristeza por este país llamado el Perú.

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*Käthe Meentzen es ciudadana alemana radicada en el Perú, con una larga trayectoria a favor de los derechos humanos y de las comunidades y pueblos indígenas en Perú. Es miembro fundador de Servindi.

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Comentarios

El cambio de la justicia en el Perú es una esperanza que hoy da sus primeros pasos, Kathe, si no me equivocó la conocí hace mucho tiempo en un viaje que hice a Pucallpa A una comunidad shipiba para apoyar a Marotti, ojalá hoy estuviera por acá, aun hay tanto que hacer

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