
En una de las campañas electorales más racistas de los últimos tiempos, poco se discutió sobre las políticas públicas orientadas a las poblaciones indígenas y afrodescendientes. El triunfo electoral de Pedro Castillo genera expectativa por sus orígenes campesinos, sin embargo, se espera que esto se materializa en políticas enfocadas en estos sectores.
Por José Díaz
Servindi, 17 de junio, 2021.- La campaña electoral y el correspondiente conteo de votos ha terminado con Pedro Castillo, candidato de Perú Libre (PL), como presidente electo. Solo falta su proclamación oficial por parte del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) la cual se dará cuando terminen de revisar los pedidos de nulidad realizados por la candidatura perdedora.
Sin embargo, la segunda vuelta dejó un sabor amargo en las poblaciones indígenas y afrodescendientes del país: la total ausencia de discusiones y propuestas específicas para dos comunidades que representan casi un tercio de la población nacional. Abocadas a debates netamente políticos, ambas candidaturas pasaron por alto los temas más importantes para esta población.
La mayor oportunidad para atender las demandas de esta población fue el debate técnico ocurrido en Arequipa a dos semanas de las elecciones. Como se recuerda, en este evento se emparejaron diversos representantes técnicos de ambas candidaturas en función de temas específicos, uno de los cuales fue la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible.
Aunque se esperaba que en este ámbito se discutieran las políticas vinculantes a la población indígena, como por ejemplo la defensa ambiental, las políticas extractivas y transición de matriz energética, ninguno de los dos representantes técnicos, Nano Guerra García (Fuerza Popular) y Celeste Rosas (Perú Libre), ofreció propuestas sobre estos temas, desviándose hacia cauces políticos.
La agenda indígena, y con mayor preocupación la afrodescendiente, ha sido totalmente ignorada a lo largo de la segunda vuelta electoral. Esta situación redunda en la postergación de políticas públicas específicas y representatividad políticas para estos sectores.
El único momento en que fueron mencionados ha sido, tras las elecciones, para poner en tela de juicio la legitimidad de sus votos, en el marco de una campaña de desprestigio liderada por Keiko Fujimori.
A esta situación se le suman los discursos racistas y discriminatorios que han emergido notablemente en esta campaña, especialmente dirigidos a Pedro Castillo y sus orígenes campesinos y rurales.
La legitimación de estos discursos en las movilizaciones de apoyo a Keiko Fujimori, la falta de sanción social para estos, y la ausencia de propuestas destinadas a este sector, ofrecen un panorama oscuro para los próximos años.
La representatividad social que generará Pedro Castillo y sus orígenes rurales en la presidencia pueden ayudar a paliar, en cierto grado, el divorcio social entre el Ejecutivo instalado en Lima y los sectores andinos, no obstante, su elección no tendrá un real impacto en los sectores indígenas y afrodescendientes si no materializa políticas públicas enfocadas en sus demandas.
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