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La guerra racial que divide a EE.UU.

Decenas de ciudades vivieron escenas de violencia como consecuencia del asesinato cometido contra un ciudadano afroamericano en los Estados Unidos. Las declaraciones racistas de Donald Trump agitaron más la situación, y convirtieron a ciudades como Nueva York, Atlanta y Chicago en campos de batalla. Trump y su familia tuvieron que abandonar la Casa Blanca, mientras que el prestigio de los EE.UU. decae en medio de una pandemia y guerra racial.

Por José Díaz

Servindi, 1 de junio, 2020.- Hace poco más de una semana en los Estados Unidos se dio a conocer un video que mostraba la detención del ciudadano afroamericano George Floyd en la ciudad de Minneapolis. En ella se ve cómo un agente policial blanco, ejerce una fuerza desmedida contra Floyd, colocando su rodilla sobre el cuello del detenido y provocando su muerte.

Esto se suma al asesinato ocurrido hace unos días contra un estudiante universitario afroamericano quien fue disparado hasta morir mientras hacía ejercicios en las calles en el estado de Georgia. La ola de indignación contra los crímenes raciales agitó una serie de protestas promovidas por el movimiento #BlackLivesMatters.

Las manifestaciones empezaron en Minneapolis donde miles de personas salieron a las calles a protestar contra la policía local. Sobre el viernes la comisaría de esta ciudad fue incendiada, al igual que varias patrullas policiales. La detención del policía que asesinó a George Floyd no fue suficiente y las declaraciones racistas del presidente Donald Trump a través de sus redes sociales agitaron más la situación.

Sobre el fin de semana, el último sábado y domingo, las protestas escalaron a nivel nacional. La acumulación de asesinatos raciales en contra de la población negra, un problema histórico en los EE.UU., alcanzó su punto máximo de indignación. La idea de las razas en este país se ha impuesto como una categoría de división social cuya colisión se parece, cada vez más, a una guerra racial.

Guerra racial

Una especie de guerra racial se vivió en último fin de semana en más de 80 ciudades de EE.UU. donde se realizaron manifestaciones, aunque no todas con consecuencias violentas. Sin embargo, en ciudades como Nueva York decenas de miles de personas salieron a las calles y se registró el incendio de decenas de vehículos policiales.

Sin embargo, en Nueva Jersey y Michigan varios departamentos policiales se unieron a las protestas, solidarizándose con el reclamo de la población afroamericana. En aquellos lugares donde las protestas se tornaron violentas, la reacción policial ha sido desmesurada, lo que ha llevado a una escalada de violencia mayor.

Saqueos, arrestos arbitrarios y abuso de poder dominó las calles de los EE.UU. el último fin de semana. Incluso varios periodistas de cadenas nacionales como CNN y CBS fueron arrestados en plena cobertura. Algunas ciudades, como Atlanta, ya han ordenado toques de queda como mecanismo de control social.

Casa Blanca en aprietos

Unas de las ciudades en las que la violencia fue extrema es Washington D.C., donde los manifestantes rodearon la Casa Blanca y vulneraron el cerco de seguridad. Luego de este incidente se supo que Donald Trump y su familia fueron enviados a un refugio subterráneo donde se mantienen a salvo.

Lejos de reflexionar críticamente sobre el legado de racismo que atraviesa a la historia de los EE.UU., Donald Trump optó por lanzar amenazas contras los protestantes, señalando que los clasificaría como un “grupo terrorista” si continuaban con sus medidas de protesta.

Paradójicamente, Donald Trump dio un orden que lo asemeja mucho a aquellos gobiernos autoritarios que tanto criticó pues el pasado fin de semana ordenó la militarización de varias ciudades para prevenir las protestas. Desde el domingo, distintas unidades militares se desplazaron por decenas de ciudades y reprimiendo la congregación de personas.

A nivel internacional, varios líderes políticos y celebridades han condenado el racismo y la represión ejercida por las autoridades norteamericanas. En el ajedrez político global, China aprovechó para sugerir a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se declare el racismo en los EE.UU. como una enfermedad.

 

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