Servindi - Servicios de Comunicación Intercultural
Published on Servindi - Servicios de Comunicación Intercultural (http://server.servindi.org)

Inicio > José María Arguedas: Un demonio feliz

Imprimir articulo   Exportar a PDF
Volver

José María Arguedas: Un demonio feliz

También creemos aquí, que los demonios no mueren, y mucho menos cuando han sido felices y orgullosos, como él mismo lo afirmó, en octubre de 1968 al recibir el premio Inca Garcilaso de la Vega. 

Un demonio feliz

Por Luis Rivas Loayza

 “José María Arguedas escogió el mes de noviembre para morir, para empezar a morir, si queremos que nuestras palabras sean más cabales. Para nacer también, como uno más de una multitud diseminada ahora en todo el mundo… noviembre tiempo de los muertos, según la tradición ancestral de toda América Latina”. (Martos, 2020, p. 23). 

En Andahuaylas la tierra donde nació y en otros pueblos de la sierra del Perú, noviembre no solo es el mes donde se conmemora a los muertos, sino también donde se festeja la vida y la alegría de los que aún están vivos. Retomo otra vez el texto: “Para nacer también” es la paradoja de la existencia humana. La vida y la muerte en noviembre, sea con la diversidad de flores, comidas, panes expresados en wawas y caballos, música y baile manifiestan este constante nacer y renacer de la vida en noviembre. Se canta y se baila con toda la fuerza de la alegría en todas las puertas de los cementerios para seguir celebrando la vida.

Hace veintiún años en su tierra natal, desde el año dos mil, precisamente en los cinco días de agonía del amauta, del veintiocho de noviembre al dos de diciembre, hacemos un festival llamado de “todas las artes” para recordarlo en la forma como lo retratan aquellos que lo conocieron muy bien y estuvieron cerca de él. Cito el testimonio de Andrés Solari Vicente, su alumno en la Universidad Agraria la Molina:

“Una noche nos reunimos con trabajadores de la universidad, algunos estudiantes y José María, como era de costumbre cada tres o cuatro semanas… En una de esas reuniones en la que coincidimos con José María, se nos invitó una suculenta patasca. José María se quedó conversando, contando anécdotas y chistes cargados de frases en quechua, riendo a mandíbula batiente con lo que los otros contaban y cantando en grupo. José María llevaba el tono y la letra sin equívocos, incluía a todos en el canto y de pronto se paraba para dar varios pasos de baile y hacer figuras que provocaba el aplauso. Algunos respondían con otros pasos de baile y José María los celebraba riendo feliz”. (Solari, 2020, pp. 111-133).

Por alguna razón no bien explicada de la personalidad del novelista, se ha abundado en su asombrosa producción intelectual, presentándonos recurrentemente la imagen de un escritor prolífico, fundamental e incansable; pero con un rostro agobiado por el trabajo, melancólico y una tristeza eterna que desenlaza en lo trágico que fue su desaparición. Nosotros sus paisanos preferimos quedarnos con el Arguedas festivo y alegre que gusta bailar en las fiestas tradicionales de los pueblos pequeños, que ríe hasta las carcajadas y que cuenta chistes después de cada comida serrana, que bromea y juega, exclamando con satisfacción su preferida interjección festiva “que bestia” como lo retrata su hermana menor Nelly y su sobrino José Abel en su libro: José María Arguedas Recuerdos y Añoranzas. Tan simple, sencillo y abierto a todos como cuando solicita a su amigo el alcalde de Andahuaylas Carlos Flores Pinto solamente “una casa sencilla alejada de la ciudad… con un poco de leche, papas, mote y huevo quedo bien despachado…”. (Carta a Carlos Flores Pinto, setiembre de 1967). Preferimos recordarlo en su nostalgia de volver permanentemente a su tierra, saludar a su “gran nube de amigos”… como el solía decir refiriéndose a muchos Andahuaylinos con los cuales mantenía un intercambio permanente a través de sus cartas. Carlos Flores Pinto, Carlos Vivanco Flores, Fidel Barrios, Hugo Pesce y su inolvidable compañero de estudios en Abancay José Romero el popular Romerito, personaje de los Ríos Profundos.

Nosotros sus paisanos preferimos quedarnos con el Arguedas festivo y alegre que gusta bailar en las fiestas tradicionales de los pueblos pequeños, que ríe hasta las carcajadas y que cuenta chistes después de cada comida serrana

Finalmente nos imaginamos en cada noviembre volviendo a su barrio de Kichkapata donde fue criado hasta los seis años por doña Luisa Sedano Montoya a quien le escribiría una carta con el siguiente tenor: “Mamita, tú me has tenido cuando yo era niño. Vendré alguna ves a verte y abrazarte y te llevaré conmigo para siempre”. En este barrio de Andahuaylas, según su biógrafa más importante, Carmen María Pinilla Cisneros, Arguedas se habría nutrido de sus primeros referentes culturales que más tarde definirían la personalidad del escritor. 

En noviembre, nosotros los Andahuaylinos, durante los cinco días del festival, recordando su vida, su agonía como la de Rasu Ñiti y su muerte, fue que nos alimentamos de fuerzas para renacer con el, retornándolo definitivamente a su tierra conforme había sido su deseo.

“Me voy o me iré a la tierra en que nací y procurare morir allí de inmediato. Que me canten en quechua cada cierto tiempo donde quiera que me haya enterrado en Andahuaylas, y aunque los sociólogos tomen a broma este ruego, y con razón, creo que el canto me llegará no sé de dónde ni cómo”. (Copia del Manuscrito que escribí anoche, 23 de junio de 1965).     

Aquí en su tierra seguimos cantándole en quechua y en castellano como él lo quería, seguimos entonando esta canción que posiblemente lo aprendió de niño en una de las tantas chicherías de su barrio. 

Andahuaylas mayutari  qunchuy tuduchu upyani

Manaña pasan atinaypaq

Andahuaylas niñatari  sunquy tuduchus kuyani

Manaña qunqay atinaypaq

Acaso he bebido las turbias aguas de este río de Andahuaylas para no poder cruzarlo.

Acaso he amado a la niña de Andahuaylas con su corazón y todo para no olvidarla jamás.  

También creemos aquí, que los demonios no mueren, y mucho menos cuando han sido felices y orgullosos, como él mismo lo afirmó, en octubre de 1968 al recibir el premio Inca Garcilaso de la Vega. 

 

Muy pronto:

 

 

Tags relacionados: 
Luis Rivas Loayza
Valoración: 
0
Sin votos (todavía)

Source URL:http://server.servindi.org/actualidad-cronica/17/01/2021/jose-maria-arguedas-un-demonio-feliz