El rostro que algunos estudiosos sugieren más cercano al Jesús histórico, sin la estilización etnocéntrica europea
Por Marco Antonio Torres Inguanzo
24 de diciembre, 2012.- Ahora que iniciamos la época de Navidad me pregunto sobre lo que se festeja y las ideas que hay detrás de todas estas festividades. El nacimiento del nazareno puede significar cosas muy distintas.
Para la ortodoxia católica es un acontecimiento cósmico llamado “encarnación” y para múltiples teologías contemporáneas es el cumpleaños (incierto) del Jesús que anduvo empolvado en el desierto y que no tenía noción de esas ideas griegas extravagantes de una trinidad de la cual era parte.
En esta entrega haremos un poco de historia de las ideas que están detrás de esta conmemoración que, por lo demás, son fascinantes, como la extraña religión a la que pertenecen.
El cristianismo nace y forma su identidad en una creencia central: se encuentra a Dios en y a través de Jesús. ¿Cómo es eso posible? El punto de partida es que los seguidores del Moreno de Israel dijeron experimentar a Dios a partir de él. Y luego, eso significó que alguna filiación divina debía tener, y luego se declaró que era divino, y luego que esa filiación era una naturaleza divina, y luego que ese acontecimiento se debía a una “encarnación” de algo que era divino en algo humano.
Es decir, la mitología de la encarnación es construida para dar cuenta de la divinidad de Jesús.
Pero ahora mismo, después de una serie de investigaciones bíblicas de lo más interesantes, se ven otras posibilidades de pensar la filiación divina de Jesús, o de cómo responder a la pregunta ¿cómo Dios es que actuó en Jesús? Y esa actuación, ¿cómo es que es central para construir una religión, una respuesta a la pregunta por aquello que se ha llamado “salvación”? Esto es, en teologías contemporáneas se ven vías distintas a las encarnacionistas para dar cuenta del acontecimiento cristiano: hay un hombre que conduce a Dios.
¿Cómo ve la teología a Jesús y cómo se veía a sí mismo? El nunca pensó de sí que era un Dios encarnado, de dos naturalezas y todas esas cosas. Todo esto es una interpretación posterior a su muerte.
Recordemos que los primeros escritos sobre las andanzas del Moreno se recopilaron 80 años después de muerto. Ya no eran historias de primera mano, sino testimonios interpretados de la vida de las comunidades que se reunían en su nombre. Y estas comunidades tenían una interpretación bastante plural: lo comprendían como profeta escatológico, o como maestro de sabiduría, o como liberador político. Aunque coinciden en que el mensaje central del nazareno es el reinado de dios, y por éste se entendía no algo meramente subjetivo o interior, sino algo objetivo e histórico.
Como judío que era, creía que Dios actuaba en la historia, y pensaba esa actuación desde el acontecimiento del éxodo que liberó al pueblo de la esclavitud. Jesús era de una mente apocalíptica, creía que ese reinado era un cambio radical que era inminente. Y ese reino estaba guiado por una preocupación: ¿cómo enfrentar los enormes padecimientos que los seres humanos infringen a otros? Y es el servicio al prójimo la manera de resolver estos sufrimientos.
Si se integra a los excluidos, los hombres estarán reconciliados entre sí, y así se evitará la injusticia (los dolores de unos humanos por efecto de otros). Y esa integración es posible sólo por el amor, no por una ideología o interés específico. Por ello Jesús es no–doctrinal, porque de serlo su proyecto de hermandad sería imposible. La salvación para él no es tener en la cabeza alguna creencia específica, sino una acción solidaria radical que incluye a todo mundo. Y esas acciones son contra–dominantes y desideologizadas.
Así pues, los seguidores veían que después de la muerte de Jesús algunos partidarios decían tener experiencia de su presencia, y cuando eso pasaba, el individuo se transformaba en la medida que asumía una misión. Eso se interpretó así: si es una presencia que hace actuar en la continuación de la tarea del reinado de Dios, que genera un mudo divinizado (lleno de solidaridad radical) entonces Jesús debe estar vivo: resucitado. Y para dar cuenta de este acontecimiento se creó la mitología del sepulcro vacío.
Ya avanzado más de un siglo después de su asesinato, los teólogos imaginaron formas de explicarse la divinidad de Jesús, crearon una mitología con ayuda de un pensamiento ajeno al horizonte cultural del nazareno: la idea de un logos preexistente, que antes había contribuido a la propia creación del universo, y ahora se encarnaba en un hombre sencillo del desierto. Desde entonces Jesús ya no fue sólo un agente de Dios, sino Dios mismo. Y se da un paso adicional (ya en Nicea) donde a esta Sabiduría preexistente se le convirtió en Sustancia.
Ya el logos no es una figura del lenguaje, sino una realidad en sí misma, que usaba la humanidad del Moreno como instrumento. Con ello la preeminencia del logos desplazó al Jesús histórico de Nazaret, donde su acción salvífica era su acción histórica y conducta intramundana.
Por ello celebremos, mejor, el cumpleaños de un hombre que hace plena la humanidad del hombre, y no dogmas fertilizados por la ilusión metafísica griega y el afán de dominio de Roma.
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Fuente: Blog de Manuel Gross: http://manuelgross.bligoo.com/20111224-navidad-el-jesus-historico-o-el-cristo-de-la-fe#content-top