Por Rodrigo Montoya Rojas
Cumplir con lo que prometió, fue la primera. Nacionalizar el petróleo y el gas y convocar a una Asamblea Constituyente para que Bolivia tenga por primera vez en su historia una Constitución que represente a todo el pueblo boliviano y no sólo a quienes tuvieron siempre el poder. Ambas promesas fueron encargos de sus electores cuando ganó en la primera vuelta con el 54 % de los votos.
La derecha boliviana sintió que se le agrietaba el piso y sus pares sudamericanos anunciaron el diluvio y la desaparición de su democracia. Las empresas afectadas no se fueron del país porque aún con el 18 % de las ganancias y no el 82% de antes, tenían razones para conformarse. Pero una nueva Constitución que reconozca a los pueblos originarios de Bolivia como actor central, es inadmisible para los viejos dueños del país.
Un error del gobierno de Evo Morales al sobrevalorar su apoyo popular esperando ganar la votación de la Asamblea Constituyente con dos tercios de los votos, fue una tabla de salvación para la derecha. Desde Santa Cruz comenzó una agitación en contra de Evo, tratado como un ¨indio de mierda" y decenas de otros insultos racistas, con el abierto propósito de derrocarlo.
El Senado, controlado por la derecha, acordó el referéndum revocatorio con la certeza de que Evo perdería. Evo aceptó, seguro de que ganaría, y ganó. Había prometido que si no obtenía la misma votación que lo eligió se iría. Dio un salto de 54 a 68 %, como nunca antes había ocurrido en país alguno de América Latina. A pesar de la brutal oposición Evo ganó la confrontación.
La derecha tiene una convicción profunda sobre la democracia: es maravillosa si ganan sus partidos aliados y no vale la pena si pierde. La segunda gran lección de Evo ha sido su respeto a las reglas democráticas: si no me quieren me voy. ¿Se atrevería Alan García a una apuesta como esa? Conociéndolo como lo conocemos, sería imposible. Los medios de comunicación adictos a la derecha han callado en todos los idiomas esta lección fundamental.
Evo Morales está ganando la batalla luego de la gran confrontación. No fue el ejército ni la policía quienes mataron a treinta personas. Fueron los paramilitares de la derecha en Pando. No es el gobierno de Evo el que quiere la división del país, son los viejos dueños de Bolivia.
Le corresponde a Evo gobernar con el 68 % de apoyo de los electores, no de las encuestas, hacer valer su derecho y enseñar a la derecha a perder y aceptar que como minoría no puede imponer nada.
La primera Constitución de Bolivia, en 1825, la redactó Bolívar con sus amigos en Lima antes de conocer ese suelo. Si el pueblo boliviano aprueba su nueva constitución con el 54 o el 68 % de los votos será la constitución más democrática de su historia. Valdría la pena recordar que la fuerza principal de Evo y el Movimiento al Socialismo, MAS, está en las calles y que los viejos dueños del país no quieren nada con la democracia en serio.
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Fuente: Publicado en La República del sábado 27 de setiembre de 2008, en Lima.