El problema del indio de hoy, es que sigue concibiendo y profesando credos ajenos, no confía en su propia sangre, duda de sus propias capacidades, duda de su lengua. Pareciera que las secuelas de la colonización han quedado impregnadas más en la mente que en la sangre. Necesitamos sacudirnos de estos bretes internos, para liberarnos en pensamiento y acción.
La cultura, entendida como el conjunto de conocimientos y maneras de vida que toman los pueblos, las familias o las personas dentro de un territorio y su propia cosmovisión, hacen que sean distintas unas de otras. Esta diversidad de filosofar y desfilosofar; sobre, el entorno y el universo, promueven que las culturas convivan, supervivan y encuentren puntos a veces coincidentes, a veces contradictorios hasta diametralmente opuestos dentro del equilibrio natural de la vida social que se encapricha en el tiempo.
En una de estas perspectivas, la cultura «RUNA» vive y se desarrolla enmarcada; como, una de las diversidades de la cultura universal que cohabita en su lecho, con el valor, la ética, la conciencia dual, pluralista y sostenible hasta el momento; pero ello es totalmente adversa a la concepción y a las aspiraciones urbano-centralistas y hasta, hiper-centralistas. Su visión y su actuar, no sólo es incomprendido, más bien es juzgado, hasta considerado como obstáculo para «el Desarrollo del país» y obviamente inaceptable en nuestra concepción.
Entonces está claro, que, es momento que los indios tengan la oportunidad no sólo de buscar espacios o de mendigar comprensiones, sino, de protagonizar iniciativas propias y acciones convenidas que permitan reconquistar nuestra autoestima colectiva como pueblos y como individuos inherentes y cobijados en una lengua dulce, expresiva, aglutinante y adecuada a nuestras esperanzas sociales.
Se agradece a los peruanos que pensaron y piensan en la sangre india o runa, que actuaron y actúan en nombre de millones que andan confundidos con los Apus, los Awkis y la Pachamama; empero, nos falta «re-auto-descubrirnos» como raza en el tiempo y en el espacio actual circundante; hoy, es nuestra obligación moral para auto-reafirmarnos, auto-impulsarnos y fortalecer nuestro legado histórico; no, para petrificar o fosilizarlo, mas bien para dinamizar y reivindicarla ante el mundo, rehaciendo, perfilando y puliendo nuestra cultura en la contemporaneidad universal, apoyados en la gran experiencia científica y cultural de nuestros ancestros que se tiene de sur a norte, de este a oeste, momentáneamente enterrada; es hora del «AYARACHIY», es hora de exhumar espiritualmente a los «Ñawpaq kawsaqkuna» (seres ancestrales), para que oxigenen y revitalicen nuestra sangre y nuestro pensamiento.
No es para nosotros favorable la manera de existir o coexistir, imitando concepciones occidentales de economía, traducidos solamente en lo monetario y no en la productividad integral y solidaria del ser humano; necesitamos creer en nuestras propias capacidades y confiarnos entre nosotros los indios, lejos de seguir creyendo y obedeciendo al poder externo como lo venimos haciendo hoy.
Nos empecinamos en aquello que muchos prefieren resumir en el concepto de que la única forma de subsistir en el mercado globalizado es siendo «competitivos», con esta aseveración sencillamente ya por inanición estaríamos fuera de ello, porque ¿Quién pone las reglas de juego en la Globalización?, por ejemplo el ALCA; a pesar de que muchos prefieren aceptar que ya somos «globalizados». Creo, mas que globalizados somos las albúminas que servimos para cebar las economías de algunas culturas que dicen ser «Desarrolladas», que pregonan el humanismo; sin embargo, sus prácticas son contrarias y para ello nos quieren concienciar diciendo que absolutamente todos, estamos en esta «oportunidad horizontal de la globalización».
Creemos que para participar dignamente de las oportunidades de la globalización, tenemos que empezar a auto-reafirmarnos en nuestra identidad, en nuestras formas productivo-recreativas y en la autodeterminación de nuestras aspiraciones que generen espacios interculturales retributivos, en la que las fortalezas del globo terrestre no se expresen en culturas superiores e inferiores, en culturas desarrolladas y en culturas embrionarias u otro similar; sino, que el país y el mundo entiendan que sólo existen culturas diferentes, que tienen formas distintas de interactuar en el contexto. Entonces, demandamos una relación simétrica y equitativa.
Definitivamente, para este fin lo único que tenemos en las manos es nuestra potencialidad histórica y estas potencialidades tienen que ser desarrolladas de manera creativa; no solo para integrarnos sino, para actuar protagónicamente dentro de ello, sin caer en el «oportunismo»; pensar, en el eterno orgullo de nuestro pasado, sería como haber muerto en carne y alma o daría a entender que los herederos de la cultura milenaria nos hemos quedado en el conformismo, añorando nuestro pasado.
El indio de hoy debe ser el Awki (espíritu) viviente del presente siglo, que se alimenta de su historia; para, mirar firmemente el futuro adverso y con firmeza convertirlo en prominente y coherente la visión cultural india, labrada en roca firme que perdure en el tiempo, construyendo y reconstruyendo inquebrantablemente con las generaciones venideras de acuerdo a los contextos, sin perder la raíz de nuestro árbol genealógico, con una identidad ideológica y cultural. Por ello, pueden cambiar, hasta variar el ritmo, la vestimenta de nuestras danzas, como del Wayliya, el Wiphala, el Anti, etcétera; empero, lo que debe quedar es el espíritu, el alma, la mentalidad mágica de la persona, del danzante, del músico y del ayllu que convive, disfruta y comparte en su realidad con la naturaleza.
Invoco a las organizaciones campesinas e indígenas del país, a luchar por un movimiento cultural de unidad indígena. ¡¡Multipliquémonos para sumarnos; no, para dividirnos!!.