- El perro del hortelano sí existe en la selva.
Por Alberto Chirif*
El grupo Yacutaita es un ejemplo para Loreto y para toda la Amazonía, y ha sido objeto de numerosos artículos y reconocimientos diversos, pues representa una de las pocas experiencias de conservación efectiva y participativa en un área protegida (foto Inrena).
A fines de los 90 comenzó una experiencia en la hoy famosa cocha El Dorado, en la Reserva Nacional Pacaya - Samiria: un grupo de pescadores, con apoyo de la Jefatura y algunas ONG, comenzó a cuidar y manejar esta bella cocha, hasta entonces depredada en extremo como la mayoría de las cochas de la Amazonía, abandonadas a su suerte por el Estado al igual que tantos otros recursos en el Perú.
Al principio la cocha contaba con menos de media docena de paiches; otros peces de importancia económica, como la arahuana y la gamitana, así como las taricayas y caimanes, eran ya muy escasos. En menos de una década los heroicos Yacutaita, apenas dos docenas de esforzados pescadores artesanales de la comunidad Manco Cápac, a orillas del río Ucayali, consiguieron el milagro de recuperar los recursos de esa cocha y hacer negocios con ellos.
No sólo recuperaron estos recursos y convirtieron la cocha en un modelo de gestión a nivel nacional e internacional, sino que están generando riqueza a través de su comercialización y con una empresa comunal de servicios ecoturísticos. Cada año venden entre 15.000 y 20.000 alevinos de arahuana, y más de 10,000 charitos (crías) de taricaya producto del manejo, con los permisos correspondientes.
Pero no todo fue un camino de rosas para los Yacutaita. Desde un inicio tuvieron que batallar con la burocracia insensible del Ministerio de Pesquería, hoy de la Producción (cambiaron de nombre, pero no sus ineptitudes y corruptelas) y de los burócratas científicos del IIAP. El plan de manejo de paiche, un pez que es sumamente fácil contar y monitorear, pues es enorme y sale a respirar a la superficie cada 10 a 20 minutos, y cuya biología es bien conocida porque en Brasil llevan 50 años estudiándolo, tomó casi 9 años en ser aprobado. Nueve años de sacrificios, de vigilia día y noche de los Yacutaita cuidando la cocha para que sus preciosos hijos no fueran robados, como ocurría con los demás paiches de la reserva.
Finalmente fue aprobado el plan de manejo (no debía haber tomado más de medio año aprobar un plan de manejo así) y pudieron ver los frutos de su esfuerzo. En esos años ellos habían conseguido lo increíble: de los menos de media docena de paiches con que contaba la El Dorado al inicio, la población de la cocha aumentó hasta más de 600 individuos adultos. Cada año pudieron comercializar el 10% de la población adulta de paiches y recuperar progresivamente los años de inversión y sacrificio.
Este año, por obra y gracia de la burocracia inepta, miope e insensible, esta extraordinaria experiencia, la única aprobada de manejo comunitario pesquero con rentabilidad exitosa en nuestra Amazonía, se está yendo al diablo. Recalco que es la única aprobada, porque otras experiencias de este tipo fueron bloqueadas por los mismos burócratas, hace algunos años, a pesar de que comuneros organizados habían logrado controlar cochas del saqueo y, consecuentemente, que sus poblaciones de peces, paiches entre ellos que se encontraban al borde de la extinción, se recuperaran. Es el caso, por ejemplo, de un grupo de pescadores de la comunidad San Martín de Tipishca, quienes lograron recuperar la fauna acuática de la cocha Caro Wiurí, ubicada también en la Reserva Pacaya Samiria.
A propósito, conviene recordar, o explicar para quienes no lo sepan, que esta reserva es una área natural protegida orientada al manejo de sus recursos de flora y fauna, y que el hecho de que hasta la fecha sólo existan unos cuatro planes de manejo de palmeras aprobados y sólo uno de peces (Yacutaita) habla muy mal de la capacidad de los burócratas de dar cumplimiento a uno de sus objetivos.
![]() Paiche. Foto: IIAP |
Los integrantes de Yacutaita iniciaron a mediados de año el trámite para obtener el permiso de la Dirección de la Producción para la saca anual de paiches, con cuya comercialización financian gran parte de su trabajo de vigilancia comunal, y hasta ahora no consiguen el bendito permiso. Los burócratas de la Dirección de la Producción y los burócratas del IIAP se echan la pelota entre sí: unos dicen que esperan la opinión técnica, otros dicen que ya la dieron, pero los otros la devuelven porque pasó el plazo (el paiche, en esas idas y venidas de meses, entró en veda). A pesar de que los dos años pasados les autorizaron la saca de 50-60 paiches en plena veda, porque tienen un plan de manejo QUE FUNCIONA, porque la población no disminuye, más bien aumentan cada año, este año les niegan el permiso. Esto es algo que hasta ahora los burócratas no entienden o no quieren entender, porque quizás demuestra su incapacidad total para administrar lo que sí pueden hacer las comunidades si les dan oportunidad.
Los burócratas del IIAP ahora se niegan a dar opinión favorable porque dicen que tienen que revisar algunas fallas del plan de manejo (¿a estas alturas, luego de medio año de trámites, y de 12 años de experiencia exitosa?), los de la Producción, después de incubar el permiso por meses, dicen que están a la espera de esa opinión técnica... Mientras, los paiches están bajo amenaza: La cocha El Dorado ya ha sufrido la invasión de pescadores ilegales de Bretaña que burlaron la vigilancia comunal, y los Yacutaita están desesperados, porque sin ventas de paiche no pueden financiar sus actividades de protección. La opción es clara: si no hay salida legal de esos paiches, los van a sacar los infractores. Entre los Yacutaita cunde el desánimo, y probablemente toda la linda experiencia de El Dorado y la recuperación maravillosa de 4 paiches en el 1998 a los más de 600 actuales, se vaya al tacho por la ineptitud y miopía de una ruma de burócratas.
Por gente como ésa este país está mal. Sería bueno que Alan García se enterase de este caso para que lo ponga de ejemplo en su próxima edición de El Perro del Hortelano. Ahora sí sabemos que existen estos malditos perros. Una jauría de ellos está enquistada en instituciones burocráticas como la DIREPRO y el IIAP, que en vez de promover el manejo y la mejora del nivel de vida de las poblaciones rurales promueven el saqueo con su ineptitud, miopía, indolencia y altanería, y frenan las pocas experiencias exitosas que existen, como la de los Yacutaita. Estos funcionarios han confundido su misión de servidores públicos, para dedicarse únicamente a la patológica práctica de inútiles demostraciones de poder.
El caso de la DIREPRO es de antología: en vez de promover, frenan. Si la DIREPRO desapareciese, ¿alguien les echaría de menos? ¿Sirve para algo esa inmensa burocracia, aparte de emborronar papeles que no sirven para nada? Estoy casi seguro que no sólo no empeoraría la situación del recurso pesquero (bueno, peor que de lo que está casi no puede estar; dado el abandono total a que está sometido el recurso, en las zonas rurales no existe ninguna presencia del sector) sino que probablemente mejoraría, porque al pagar menos coimas quizás algunos pescadores comerciales mafiosos no saquearían tanto el recurso como lo hacen ahora. Burócratas sentados en sus escritorios llenando papeles y otorgando permisos vacíos de contenido mientras las cochas son envenenadas y vaciadas, los mijanos agotados, y se extermina y vende a la vista de todos en los mercados de Iquitos peces de todas las edades, con huevos o juveniles. El pescado cada vez es más escaso y se ha convertido casi en un producto de lujo; el hambre de las clases humildes clama contra estos auténticos perros del hortelano. Mientras los peces se acaban, investigadores pesqueros del IIAP llenan fichitas e incuban documentos inútiles, que nunca tienen aplicación práctica alguna. Nada más hay que ir al mercado y ver los precios y la escasez de pescado proveniente del medio silvestre.
Y nada más hay que ver lo que ocurre a lo largo y ancho de la Amazonía: salvo los Yacutaita, nadie maneja nada, todo es un saqueo indiscriminado del recurso pesquero (ciertamente no se diferencia mucho de la situación de otros recursos), no se implementa ningún plan de manejo, salvo El Dorado, no hay ni una cocha ni una cuenca con plan de manejo aprobado. Con esos burócratas al frente, nunca habrá plan de manejo aprobado y aplicado en ningún sitio, y los recursos seguirán siendo depredados para desgracia de la gente, que cada vez ve incrementarse su miseria y a sus hijos más hambrientos. Por buscar planes supuestamente perfectos (técnicamente) nunca hacen ni aprueban nada. La burocracia sólo entiende de papeles. No han oído de planes de manejo adaptativo, del apoyo a las comunidades en la gestión sencilla con medidas de manejo adaptadas a su realidad, como se hizo en la reserva Nacional Allpahuayo Mishana, con el proyecto BIODAMAZ.
Por esta vez coincido en algo con el presidente García: hay que matar al Perro del Hortelano. Pero al de verdad, al que enquistado en instituciones estatales que ni maneja ni deja manejar a los que tienen el interés, la capacidad, y el derecho sobre el recurso, a las comunidades locales.
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* Alberto Chirif es antropólogo peruano por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Trabaja desde hace 40 años en temas relacionados a la amazonía, especialmente en el reconocimiento de derechos colectivos de los pueblos indígenas.
Actualmente se desempeña como consultor independiente. Es autor de libros colectivos, tales como: Marcando Territorio, El Indígena y su Territorio (con Pedro García Hierro y Richard Ch. Smith) y de diversos artículos.